Preámbulo
Los puntos oscuros son moneda corriente en el análisis histórico. Puede tratarse de hechos, acciones, motivos, decisiones, pactos, relaciones, lugares, personajes, o incluso documentos que, con la información de que se dispone, no se han podido dilucidar o explicar, hasta el momento. No tan comunes, pero tampoco insólitas, son las perplejidades con las que se encuentran biógrafos e investigadores, al estudiar a un personaje o un periodo histórico, cuando los datos no acaban de encajar unos con otros o cuado presentan contradicciones e incongruencias.
Tanto los puntos oscuros como las perplejidades se suelen acabar resolviendo con el hallazgo de nuevas evidencias documentales que permiten colocar en su sitio las piezas que habían quedado dispersas o inconexas. Pero no siempre es la vía documental la que arroja luz sobre la sombra histórica.
Una de las perplejidades biográficas más persistentes, relativas a Luigi Boccherini, está relacionada con su condición y calidad de intérprete del violonchelo, siempre alabada por cronistas coetáneos, excepto en una ocasión del todo llamativa, ¡y sorprendente! Lo llamativo también de esta única y aislada apreciación crítica negativa, generadora de la mencionada perplejidad, es que podría solucionarse o explicarse, no por la aparición de documento providencial, como suele ser el caso, sino por vía auditiva…, desde el presente…, es decir, más de 200 años después.
En esta breve exposición, vamos a presentar esa perplejidad, derivada de ciertas crónicas que, en el París del año 1768, contradecían todo lo que se había dicho hasta entonces acerca del Boccherini violonchelista, y vamos a proponer una explicación que podría deshacer el embrollo y que vendría facilitada por la escucha, en concierto, a principios del presente siglo XXI, de una de las sonatas para violonchelo y bajo del compositor luqués.
La perplejidad
En los pocos meses que Boccherini estuvo en París, en el invierno-primavera de 1767-68, él y su amigo violinista Filippo Manfredi actuaron como intérpretes de sus instrumentos en la célebre sala de los Concerts Spirituels. La crítica que conocemos del concierto del 20 de marzo de 1768 resulta chocante y no concuerda con la alta consideración que ambos habían venido disfrutando, en particular, en el caso de Boccherini, a quien, en esta única ocasión, se describe en términos muy fríos, cuando no deshonrosos o casi denigrantes. Se trata, como hemos mencionado, de un caso absolutamente aislado de opinión discordante, en el conjunto de la biografía musical del luqués, en tanto que violonchelista.
¿Por qué esta discordancia? ¿Qué sucedió durante aquella velada del invierno de 1768? ¿Qué hizo Boccherini para merecer esa fría acogida o, más bien, esa feroz crítica? ¿Por qué se calificaron los sonidos de su violonchelo como “aigres aux oreilles” (ásperos a los oídos), o sus acordes como “peu harmonieux” (poco armoniosos)?
Estos interrogantes, y la falta de una respuesta adecuada en los relatos biográficos, dejan absolutamente perplejos a quienes conocen el nivel interpretativo del maestro de Lucca, siempre descrito y alabado como uno de los más grandes vilonchelistas de la historia de la música.
Veamos los fragmentos más significativos de los dos textos de la crítica parisina, facilitados por Germaine de Rothschild, a propósito de aquel concierto, uno publicado en el Mercure de France, del mes de abril de 1768, y el otro contenido en las Mémoires secrets, de Louis Petit de Bachaumont, fechado el día 2 de ese mismo mes:[1]
Mercure de France: (···) M. Manfredi exécuta sur le violon un concerto de sa composition étant lieu d’être satisfait de la façon dont le public rendit justice aux talents de l’artiste et du compositeur. (···) M. Boccherini déjà connu par ses trios et quatuors, qui sont de grand effet, a executé en maître, sur le violoncelle, une sonate de sa composition.[2]
Mémoires secrets: Le 2 avril 1768. (···). Le sieur Manfredi, fameux violon, n’a point eu le succès qu’il espérait, on a trouvé sa musique plate, son exécution large et moelleuse, mais son jeu fol et désordonné. Le sieur Boccherini a joué du violoncelle avec aussi peu d’applaudissement, ses sons ont paru aigres aux oreilles et ses accords peux hamonieux.[3]
Resulta obvio que Le Mercure de France ha querido mostrarse más amable con Manfredi y con Boccherini, pero sin mostrar ningún entusiasmo.
Por otra parte, sabemos que la hiriente opinión de Petit de Bachaumont, que Madame de Rothschild califica como “mauvaise foi” (mala fe), tenía una motivación remota en la rivalidad entre grupos de intelectuales de la capital francesa, pero parece evidente que el contenido de su crítica reflejaba algo que el público había percibido en el concierto. La crítica podía tener una intención más o menos aviesa, pero se podía haber apoyado en muy diversos aspectos del recital, resultando patente que eligió disparar sus dardos contra lo que, quizá, notó que menos gustaba a la audiencia presente, a saber, los “sonidos ásperos” y los “acordes poco armoniosos“.
¿Escucharon Petit de Bachaumont y el resto de los asistentes alguna cosa que sonaba ajena al momento presente, una música extemporánea, algo que excedía o se apartaba de la exigible ortodoxia musical?
En mi opinión, las palabras de Petit merecen reprobación y, desde el punto de vista histórico, hay que tener muy en consideración aquella feroz rivalidad entre los maledicentes salones de Madame Doublet de Persan, en los que brillaba Petit, y los salones más respetables, como los del Barón de Bagge o de la clavicembalista y pianista Madame Brillon de Jouy, donde Manfredi y Boccherini estaban siendo muy altamente apreciados. Sin embargo, opino que ningún testimonio debe ignorarse, por perverso que nos parezca, y ahora, más de dos siglos después, tras el concierto al que asistí recientemente, creo haber entendido el trasfondo musical de la crítica, aparentemente incomprensible y, sin duda, hiriente, de Petit de Bachaumont (así como la crítica amable pero tibia, o más bien fría, del Mercure de France).
[1] (···) El Sr. Manfredi interpretó al violín un concierto compuesto por él mismo, y pudo sentirse satisfecho por el modo en que el público hizo justicia al talento del artista y del compositor (···). El Sr. Boccherini, ya conocido por sus tríos y cuartetos, que son de un gran efecto, ha interpretado al violonchelo, como un maestro, una sonata compuesta por él mismo.
[2] El Sr. Manfredi, famoso violín, no ha tenido el éxito que esperaba, su música ha resultado plana, su ejecución ha resultado larga y blanda, pero su técnica alocada y desordenada. El Sr. Boccherini ha tocado el violonchelo con poco aplauso, sus sonidos han resultado ásperos a los oídos y sus acordes poco armoniosos.
[3] El título completo es Mémoires secrets pour servir à l’histoire de la République des Lettres, de las que se cree que Petit de Bachaumont escribió una parte importante, en particular la critica al concierto del 20 de marzo de 1768. Véase Rothschild, Germaine de: Luigi Boccherini, Sa vie, Son oeuvre, Plon, Paris, 1961, p. 33.