Giacinto Scelsi (1905-1988), uno de los más señalados compositores del último tercio del siglo XX, dejó, además de un importante catálogo de obras, numerosos poemas y un notable número de páginas dispersas, a menudo de carácter hondamente reflexivo. Asimismo, deben considerarse de interés algunas de las escasas entrevistas que concedió. S. Kanach recogió en Les anges sont ailleurs… (Actes Sud, 2006) escritos inéditos y conversaciones, de las cuales se ofrece aquí una pequeña muestra –una de ellas corresponde al año de su muerte-, junto al Autocuestionario.
Autocuestionario
(Escrito a finales de los años 50, o tal vez al inicio de la siguiente década)
1. ¿Qué es la música?
La música es el resultado de la proyección y la cristalización de un momento de la duración en un material sonoro, en el sentido bergsoniano del devenir.
2. ¿Qué es la duración?
Es el flujo de la vida en el tiempo, en todos sus aspectos (la cuestión no concierne únicamente a la música, sino también a la filosofía), aunque de manera sintética.
3. ¿Qué clase de proyección, en un material sonoro, ejerce entonces la música?
Esa proyección existe siempre que se trate realmente de la manifestación de la duración, y no cuando ésta responde a una expresión artificial.
4. El devenir todo lo comprende, incluso la evolución de la sociedad. Así, ¿la música puede ser igualmente una expresión social o política?
Puede serlo, a condición de que se trate de una manifestación original del devenir, percibida por el músico.
5. ¿Cuál es su postura respecto a las corrientes estéticas de la música contemporánea?
Hacer y dejar hacer.
6. ¿Cómo compone?
En un estado de pasividad lúcida.
7. ¿Cómo podríamos clasificar y definir su música?
Cuando el sol está encima de un árbol (bambú) completamente alineado, no hay sombra.
* * *
Entrevista de Jean Noël Von Der Weid a Giacinto Scelsi
(efectuada en 1986)
V.D.W.: ¿Cómo, después de haber sido uno de los primeros compositores –aparte de los vieneses- en utilizar el dodecafonismo de la manera más estricta, y después de rechazarlo radicalmente, ha llegado a este mundo sonoro tan turbador, y a la vez grave, sereno y sugerente?
G.S.: Tuve que ceder a ciertas presiones y emprender una educación musical, que me llevó a Viena y el dodecafonismo. El resultado de este aprendizaje fue una lastimosa enfermedad nerviosa, de la que todavía arrastro secuelas. En la medida de lo posible, eché esos conocimientos a la papelera y volví a esa posición de «intermediario» de la música, un lugar que intuí desde los cinco años.
V.D.W.: ¿Qué es para usted el sonido, ya que afirma que éste «puede existir muy bien sin la música»?
G.S.: Acerca del sonido, de sus cuerpos, atributos y aspectos, he escrito, como bien sabe, en Son et musique y en Art et connaissance.
V.D.W.: ¿Por qué esa importancia concedida a los microintervalos y a la monodia?
G.S.: En realidad, los micro intervalos son demasiado grandes, habría que codificar distancias más pequeñas.
V.D.W.: ¿Todavía está convencido de que a finales del siglo XX podremos percibir la «tercera dimensión del sonido»? ¿Qué supone esto? ¿Se deberá, si se consigue, a una facultad perceptiva más sutil?
G.S.: ¡Sí!