La música ocupó un lugar distintivo en la vida, la obra y el pensamiento de Hildegarda de Bingen, autora polifacética medieval que escribió numerosos tratados y magníficas composiciones. Hildegarda otorgaba a la música —y al canto de alabanzas en particular— una función activa en la historia de la humanidad, afirmando que cantar es una práctica mediadora por la que el ser humano hace presente a la divinidad, y al mismo tiempo renueva su propia condición edénica. El alma es “sinfónica”, dice Hildegarda, y el canto que el ser humano entona con el alma es un eco de la armonía celeste.[1] Así, Hildegarda considera que la música es capaz de una transformación personal, y también colectiva, ya que entiende la práctica musical como una forma de cohesión social, en un momento histórico que no en vano es recordado como la época de las cruzadas.
Compositora “inspirada”
Hildegarda de Bingen (1098-1179) nació en Bermersheim, en la región alemana de Renania-Palatinado, y procedía de una familia aristocrática. Siendo niña ingresó como oblata en el monasterio de Disibodenberg, en el que fue discípula de Jutta de Spanheim, una reclusa seis años mayor que ella a la que sucedería en 1136 como magistra del cenobio femen ino. Según se narra en la Vida de santa Hildegarda[2] escrita por Teodorico de Echternach tras la muerte de Hildegarda, Jutta “le instruyó en el salterio decacorde[3] y le enseñó a gozar de los salmos de David”.[4] Sin embargo, en un pasaje autobiográfico incluido en la Vida Hildegarda afirma que componía cantos y melodías para alabar a Dios y a los santos sin haber recibido nunca una formación específica, y que los interpretaba pese a no haber estudiado la notación musical neumática ni el canto.[5] Del mismo modo que decía escribir sus obras en latín sin tener conocimientos de gramática latina, asimismo afirmaba componer música sin conocer los elementos esenciales del lenguaje musical. No obstante, escribió y se hizo entender; compuso y se hizo escuchar. Testimonio de su actividad musical —que debió contar con un importante componente autodidacta— son el drama moralizante Ordo Virtutum[6] y las canciones de la Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestiales,[7] ambos con letra y música de Hildegarda de Bingen, la compositora de autoría conocida más prolífica de la Edad Media.[8]
Su autoría comprende un amplio corpus, que incluye una trilogía visionaria (formada por las obras Scivias, Libro de los méritos de la vida y Libro de las obras divinas),[9] escritos médico-naturalistas, un extenso epistolario, una Lingua ignota, así como las mencionadas composiciones musicales.[10] Su actividad como escritora empezó a la edad de 42 años, un momento fundamental de su vida que refiere en un fragmento de su primera obra, Scivias. Allí relata que la “voz del cielo” le ordenó “decir y escribir” lo que “veía y escuchaba”. Y agrega: “Mas las visiones que contemplé, nunca las percibí ni durante el sueño, ni en el reposo, ni en el delirio. Ni con los ojos de mi cuerpo, ni con los del hombre exterior, ni en lugares apartados. Sino que las he recibido despierta, absorta con la mente pura, con los ojos y oídos del hombre interior, en espacios abiertos, según quiso la voluntad de Dios”.[11] Al equiparar el sentido de la vista y del oído, Hildegarda se distancia de la tradición filosófica que solía otorgar a la vista un lugar principal y exclusivo, asociado con la teoría entendida como contemplación.[12] Ambos sentidos, vista y oído, tienen una relevancia compartida en su experiencia místico-cognoscitiva de aprehensión de la “verdad revelada”. Esa “inspiración divina”, que Hildegarda afirma percibir mediante la vista y el oído del alma,[13] le permitió hablar con voz propia en una época —como tantas otras ha habido— en la que las mujeres debieron encontrar estrategias discursivas para poder, tras afrontar no pocas dificultades, transmitir su saber.
[1] Hildegardis Bingensis Epistolarium, XXIII, 127-128; 141, ed. Lieven van Acker, Corpus Christianorum Continuatio Mediaevalis (= CC CM), Turnhout 1991, vol. I, pp. 64-65.
[2] La Vida incorpora también pasajes autobiográficos y fragmentos de sus dos secretarios personales: Volmar de Disibodenberg y Guiberto de Gembloux. Trad. cast.: Vida y visiones de Hildegard von Bingen, ed. Victoria Cirlot, Madrid 2001, pp. 33-91. Título original: Vita Sanctae Hildegardis.
[3] Sobre este instrumento véase sub voce “salterio” en: Andrés, Ramón, Diccionario de instrumentos musicales. Desde la Antigüedad a J.S. Bach, Barcelona 2001, p. 347.
[4] Vida y visiones de Hildegard von Bingen, op. cit., p. 38.
[5] Vida y visiones de Hildegard von Bingen, op. cit., p. 52.
[6] Ordo Virtutum, ed. Peter Dronke, Hildegardis Bingensis Opera minora, CC CM, Turnhout 2007, pp. 503-521. Me referiré a esta obra por su título original.
[7] Symphonia armonie celestium revelationum, ed. Barbara Newman, Hildegardis Bingensis Opera minora, op. cit., pp. 371-478. Trad. cast.: Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestiales, trad. María Isabel Flisfisch, Madrid 2003.
[8] Fassler, Margot, “Melodious Singing and the Freshness of Remorse”, Voice of the Living Light. Hildegard of Bingen and Her World, ed. Barbara Newman, Berkeley – Los Angeles – Londres 1998, p. 150.
[9] Trad. cast.: Hildegarda de Bingen, Scivias: Conoce los caminos, trad. Antonio Castro Zafra y Mónica Castro, Madrid 1999; Libro de las obras divinas, trad. María Isabel Flisfisch, María Eugenia Góngora y María José Ortúzar, Barcelona 2010. Títulos originales: Scivias, Liber vite meritorum, Liber divinorum operum.
[10] Para una introducción a la vida y la obra de Hildegarda, véase: Pernoud, Régine, Hildegarda de Bingen. Una conciencia inspirada del siglo XII, trad. Alejandra González, Barcelona – Buenos Aires – México 1998.
[11] Hildegarda de Bingen, Scivias: Conoce los caminos, op. cit., p. 16.
[12] BirulÉs, Fina, “Maneres de veure. Tres direccions”, Transversal, n.º XXII (2003), pp. 21-23.
[13] Hildegarda de Bingen, Scivias: Conoce los caminos, op. cit., p. 16.