Estudios de Lingüística Española

Intransiciones Lingüísticas    

Carlos Subirats Rüggeberg
 
[Publicado en Eduardo Subirats (ed.). 2002. Intransiciones. Crítica de la cultura española. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva, pp.157-173.]

INDICE 

Lingüística nacionalcatólica: crónica de una muerte anunciada

El vacío que dejó en el mundo académico la diáspora intelectual que provocó la Guerra Civil española fue un trágico punto de partida para la reconstrucción de la vida universitaria. A su vez, el autoritarismo de la Universidad de la dictadura constituyó un enorme lastre para el desarrollo intelectual y la creación científica. De hecho, poco se podía esperar de una Universidad en la que la lealtad al régimen sustentaba el altar en el que se tenía que inmolar la vida universitaria. La lingüística no pudo sobrevivir en este entorno; sucumbió inevitablemente bajo el lastre de la filología de corte tradicional inspirada en la obra de Menéndez Pidal. Sin embargo, durante esta época surgieron individualidades, que crearon obras importantes para la lingüística sincrónica española.

Cronológicamente, las tres obras más importantes de este período son posiblemente la Fonología Española según el método de la Escuela de Praga (Madrid, 1950) de Emilio Alarcos Llorach, la Gramática española (Madrid, 1951) de Salvador Fernández Ramírez y, finalmente, el Diccionario de uso del español (Madrid, 1966) de María Moliner. A pesar de la importancia que han tenido estas tres obras, respectivamente,para la fonología, la sintaxis y la lexicografía españolas, la acogida que tuvo cada una de ellas por parte del mundo académico fue muy distinta.

La obra de Emilio Alarcos se utilizó como un manual universitario y tuvo múltiples reediciones. Esta obra tuvo una gran importancia porque contribuyó a sentar las bases de la fonología estructural española y ayudó a difundir las ideas del estructuralismo lingüístico. Por el contrario, la Gramática de Fernández Ramírez[1], cuya primera edición apareció en 1951, tuvo que esperar treinta y cinco años para ver su segunda edición. Sin duda, en el marco de un mundo académico anestesiado por la filología tradicional, fue el carácter innovador de dicha obra lo que motivó, en primer lugar, que no recibiera en su momento la valoración que merecía y, en segundo lugar, que no se reeditara en vida del autor. La Gramática de Fernández Ramírez tenía dos aspectos revolucionarios para la lingüística española de su época. Por un lado, rompía con la tradición gramatical, en la medida en que no partía de la utilización implícita de criterios nocionales y formales para explicar los fenómenos sintácticos; por otro lado, su modelo sintáctico estaba sólidamente documentado desde el punto de vista empírico. Sin duda, la modernidad de sus planteamientos chocó con los esquemas anquilosados de la filología de aquella época, que no comprendió la importancia y la trascendencia de su trabajo para la lingüística española. Posiblemente por ello, el Curso superior de sintaxis española (México, 1943) de Samuel Gili Gaya, un manual de sintaxis que, a pesar de sus aspectos novedosos seguía anclado todavía en los planteamientos clásicos de la gramática tradicional, tuvo una incidencia muchísimo mayor que la obra de Fernández Ramírez en los estudios universitarios de filología de la España de aquella época.

La suerte que corrió la obra de María Moliner fue distinta a la de los autores mencionados anteriormente. Su Diccionario tuvo una excelente acogida editorial y se hicieron múltiples reediciones. Existen incluso reediciones actuales que han respetado las características básicas de la estructura inicial de su obra. Uno de los aspectos más progresivos de María Moliner fue utilizar ejemplos de uso para ilustrar el significado de cada una de las acepciones de las entradas del Diccionario. Su trabajo se desarrolló con tal precisión que incluso en la actualidad sigue siendo un diccionario útil tanto para los usuarios de la lengua como para los especialistas. María Moliner innovó la lexicografía española en un momento, en el que, como señala Teresa Fuentes[2]:

"aún no se había desarrollado en España una lexicografía didáctica que pudiera llevar este nombre, cuando el estudio del léxico parecía irremisiblemente desligado del componente gramatical, cuando algunas de las actuales líneas de investigación en lingüística aún no tenían cabida entre nosotros". 

Naturalmente, en la España machista de los años sesenta, -época en la que las mujeres necesitaban una autorización escrita de sus maridos hasta para poder abrir una cuenta bancaria-, que una mujer desarrollara un diccionario superior en múltiples aspectos al de la Real Academia Española era algo que esta Institución no le iba a perdonar jamás. Fue precisamente por la extraordinaria importancia de su obra lexicográfica por lo que esta Institución no la nombró académica de la lengua. Era tan enorme la humillación que representaba para ésta el hecho de que una mujer pudiera realizar de forma independiente una obra lexicográfica de semejante consistencia, que la Academia actual no ha tenido ni la grandeza, ni el valor, ni la elegancia de reconocer la mezquindad que supuso no haber reconocido el trabajo de una de las grandes lexicógrafas[3] del siglo XX. Quizás ese era un precio que tenía que pagar inevitablemente. 

La incompetencia postfranquista

El fin de la dictadura en 1975 hacía presagiar la vuelta a una normalización en la vida política, cultural y científica y, por tanto, una profunda renovación en el mundo universitario español. Esta renovación no tuvo lugar. Aunque se suprimieron los nombramientos a dedo y cambiaron los cargos académicos mediante elecciones, el mundo universitario no experimentó la transformación democrática que se dio inicialmente en la vida política española. No hubo una verdadera transición democrática en la Universidad. Ello posibilitó que quedaran prácticamente intactas algunas de las estructuras autoritarias de la Universidad de la dictadura. Así p. ej., análogamente a lo que sucedía en el período franquista, la vida universitaria sigue regida por jerarcas cuya legitimidad está al margen de su capacidad docente o investigadora. Hoy lo mismo que ayer, la jerarquía universitaria, por un lado, y la calidad científica y docente, por otro, siguen siendo instancias paralelas que, en algunos casos, están representadas por grupos con intereses no solo distintos, sino radicalmente enfrentados. La falta de democracia en el mundo universitario ha permitido que clanes de funcionarios, unas veces de forma independiente, otras veces subordinados, en primer lugar, a los intereses de partidos políticos, y, en segundo lugar, a los intereses de grupos de presión de características diversas, como p. ej., el Opus Dei, los etnonacionalismos, etc., se hayan convertido en poderosísimos grupos de presión que imponen su ley al margen de cualquier racionalidad académica basada en criterios de calidad y de competitividad.

Una de las diferencias fundamentales entre los actuales jerarcas y sus predecesores franquistas consiste básicamente en que los primeros, es decir, los nuevos mandarines, han aprendido a utilizar los medios. En efecto, es frecuente ver a grupos de rectores con aspecto circunspecto -todos ellos dependientes de grupos de presión ajenos al mundo académico o empresarial-, lanzando proclamas sobre la importancia de la calidad de la docencia o sobre la necesidad de establecer sólidos contactos entre la Universidad y la empresa. Análogamente, encontramos noticias sobre las Universidades en los periódicos, desde informaciones totalmente banales hasta informes aparentemente cruciales para mejorar la calidad de los estudios universitarios, como p. ej., el Informe Bricall[4]. A pesar de su diversidad, todas las informaciones que aparecen en los medios tienen las mismas características: se plantean los problemas universitarios desde una perspectiva irreal y nunca se aborda de forma clara y directa el problema básico que sustenta la degradación de la Universidad española, concretamente, la corrupción en el proceso de contratación del profesorado (del que hablaremos más adelante). El mencionado Infome Bricall es posiblemente un ejemplo paradigmático de este tipo de planteamientos.

Aunque desde el punto de vista técnico, el valor de las intervenciones en los medios de los nuevos caciques universitarios es totalmente banal, no hay que infravalorar su importancia desde el punto de vista de su repercusión mediática. De alguna forma, contribuyen a tranquilizar y a confundir a la opinión pública en relación con el degradado entorno académico. Lo importante de este espectáculo mediático no es evidentemente su vacío de contenidos, sino la ficción que crean de que "se está haciendo algo para mejorar la situación en las Universidades españolas". En este sentido, se trata de un discurso realmente eficaz, puesto que la nueva demagogia mediática eleva una imagen verdaderamente dorada de modernidad. La connivencia de ciertos medios con el nuevo caciquismo académico no es un secreto, puesto que omiten sistemáticamente en los debates televisivos, las informaciones periodísticas, etc., la presencia de profesores, estudiantes, etc., que pongan en cuestión el nuevo autoritarismo de la Universidad española, que denuncien la falta de calidad de la docencia o las gravísimas carencias de las bibliotecas y las instalaciones, y, muy especialmente, que denuncien los procedimientos caciquiles que rigen los concursos 'a la española' de contratación de profesorado. En realidad, hay una complicada red de relaciones, que en la práctica se convierte en una connivencia de hecho entre ciertos medios, determinados partidos políticos y los clanes que controlan realmente la Universidad.

Sin embargo, aunque la utilización de los medios introduce un cambio significativo -al menos de cara al exterior- en la actuación de la burocracia militarizada de nuestras Universidades, los procedimientos que sirven para controlar al profesorado siguen siendo los mismos que los del franquismo: los nuevos dictadorcillos siguen utilizando prácticas represivas para borrar literalmente todo vestigio de oposición, crítica o denuncia de la degradación del mundo académico.
 

Epistemología transicional de la corrupción

Los mecanismos fundamentales para consolidar el autoritarismo universitario y para mantener en puestos clave a grupos científicamente incompetentes han sido y siguen siendo básicamente los siguientes:

El grado de putrefacción del sistema de contratación de profesorado de las Universidades españolas ha llegado hasta tal extremo que ha sido denunciado incluso por prestigiosas revistas científicas extranjeras. Este fue justamente el tema del editorial de la revista Nature[5], titulado Spanish universities and the obstacles for development (diciembre de 1998), donde se pone en cuestión la posibilidad de crecimiento y de regeneración de la Universidad española:

"A viable science base requires a commitment to excellence and imagination that is incompatible with rigidity and cronyism. Spain needs to absorb this lesson if it is to flourish scientifically and economically."

Este sistema está impidiendo el desarrollo material de la investigación y,por supuesto, de una nueva lingüística que pueda hacer frente a los retos económicos y políticos que tiene planteados en este momento el español.

Los mandarines contra la modernización

Los nuevos caciques no han tenido ninguna motivación para potenciar realmente la calidad de la docencia, el desarrollo de la investigación o las relaciones con el mundo empresarial. Al contrario. Estos virus sistémicos se han inmunizado mediante la consolidación de una política de 'igualitarismo' universitario, íntegramente heredada del franquismo civil. Con semejantes gestos -muchas veces en contra incluso del espíritu progresista del propio Ministerio de Educación- han intentando poner todo tipo de trabas a la movilidad de estudiantes y profesores[6], y, en especial, han intentado impedir por todos los medios que la financiación de las Universidades se otorgue con criterios competitivos en función de la calidad de la docencia y de la investigación. Es fácil explicar la actitud proteccionista de estos clanes: la institucionalización de criterios competitivos para la asignación de fondos a las Universidades españolas, la creación de una verdadera competitividad entre Universidades, y la potenciación de la movilidad de estudiantes y profesores, los arrinconaría rápidamente, y cercenaría de raíz su posibilidad de controlar los centros de poder universitarios. 

El hecho de que los nuevos mandarines hayan conseguido que las Universidades no tengan que competir entre sí para obtener una mejor financiación ha impedido también crear una jerarquía de Universidades en función de la calidad de su docencia y, como consecuencia de ello, tampoco existe en España una jerarquía de títulos universitarios en función del nivel y de la calidad de la Universidad que los ha otorgado. La uniformidad forzosa entre Universidades impide también que estas puedan realizar una selección real de sus profesores (que vaya más allá de los actuales concursos-chapuza) e impide que las Universidades puedan seleccionar realmente a sus estudiantes en función de la capacidad demostrada en sus estudios anteriores. La falta de una competencia real entre los centros de enseñanza superior en España constituye el caldo de cultivo que permite a las elites más zurdas copar los centros de poder académico. Esta situación no solo no ha remitido, sino que ha aumentado en la última década, ampliando en una suerte de estrafalaria progresión inversa la brecha tecnológica entre nuestras Universidades y las de los países más industrializados.

La lingüística computacional: una especie en auge

El aumento creciente de la difusión de información comercial y científica a través de redes mundiales como Internet, así como el crecimiento de la difusión por medios electrónicos de periódicos, revistas científicas, enciclopedias e, incluso, libros ha impulsado el desarrollo de la lingüística computacional, cuyo objetivo es desarrollar aplicaciones que permitan tratar automáticamente la información lingüística. La eficacia de dichas aplicaciones depende en gran parte de sus posibilidades para simular nuestra capacidad de conceptualización, que se ha estructurado histórica y culturalmente en las lenguas naturales. Por ello, la lingüística computacional se ha centrado en el estudio de las formas fonéticas, sintácticas y semánticas que vehiculan la información y en la representación de dicha información en formas no ambiguas, que puedan ser tratadas por medios electrónicos, simulando los procesos que estructuran nuestro pensamiento.

Asimismo, durante las últimas décadas, el uso creciente de ordenadores para funciones no relacionadas directamente con el cálculo científico ha introducido cambios sustanciales en las aplicaciones de la informática. La utilización de los ordenadores se ha ido extendiendo progresivamente hacia usos comerciales y gubernamentales y, en la medida en que el 90% de la información que se requiere para el desarrollo de actividades comerciales y gubernamentales se encuentra en soporte electrónico, el tratamiento automático de la información ha ido adquiriendo una importancia económica y política creciente. En este contexto, la precisión de los sistemas de tratamiento automático de la información resulta crucial, puesto que la capacidad y la rapidez de acceso automático a la información depende justamente de la precisión de dichos sistemas. Por ello, el tratamiento automático de la información constituye en la actualidad una de las prioridades básicas de los programas de investigación y desarrollo tanto nacionales como europeos.

Dada la importancia económica y política de la tecnología de la información, los países más industrializados han realizado grandes inversiones, por un lado, para el desarrollo de investigación básica y, por otro, para potenciar y acelerar su reutilización en el desarrollo de tecnología y de aplicaciones comerciales. En España, existe también una clara preocupación por el desarrollo de una tecnología centrada en el tratamiento automático de la lengua española. Dentro de estos planteamientos, el Ministerio de Educación ha potenciado programas nacionales de investigación que han impulsado el desarrollo de numerosos proyectos de investigación, colaboraciones con centros de investigación internacionales y proyectos con empresas. Como resultado de estos proyectos, se ha creado parte de la investigación básica necesaria para el desarrollo de tecnología y aplicaciones comerciales para el tratamiento automático de la lengua española.

La necesidad de utilizar medios informáticos para tratar automáticamente la información lingüística ha provocado también una profunda transformación en las características de los estudios universitarios sobre lenguas. Es cierto que la transformación que sufrió la filología hasta convertirse en la lingüística moderna tiene una larga historia, que, de hecho, se remonta a los cambios introducidos por el estructuralismo: en primer lugar, desligar el estudio de las lenguas de la investigación de su evolución a lo largo de la historia y, en segundo lugar, eliminar la utilización de criterios teóricos intuitivos, ya que estos constituían un lastre para la construcción de una verdadera ciencia del lenguaje. Sin embargo, ni el desarrollo del estructuralismo, ni posteriormente el de las teorías de carácter especulativo de Chomsky estuvieron tan drásticamente condicionadas por intereses comerciales o informáticos como las teorías actuales. De hecho, la lingüística computacional no se puede concebir al margen de los intereses informáticos y comerciales que han contribuido a su desarrollo.

En este contexto, dado que la renovación de los programas de estudio de la lengua española en el marco universitario entrañaría un importante cambio en las estructuras de poder, las mafias universitarias simplemente impiden su modernización, mostrando abiertamente que pueden ejercer su autoritarismo y que pueden actuar al margen de cualquier racionalidad científica. Estos dignatarios de la filología oficial española, han impuesto canónicamente modelos obsoletos de carreras universitarias. De hecho, los estudios universitarios actuales de Filología Española tienen una concepción tan desfasada y anacrónica que en ellos todavía sigue siendo obligatorio estudiar de forma conjunta la lengua y la literatura, sin que exista la posibilidad de realizar estudios de licenciatura realmente especializados en cada una de estas dos áreas del conocimiento. Paradójica u obscenamente, la lingüística española no existe como una realidad institucional (a pesar de que el primer departamento de lingüística se fundó hace más de medio siglo en EE.UU). Y la Filología, como puede esperarse, se estudia todavía dentro de los esquemas trasnochados de categorías decimonónicas de erudición escolástica.

El Ministerio de Educación, a través de la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología (CICYT), ha apoyado de forma decidida el desarrollo de las tecnologías de la información en el marco de la investigación universitaria y ello, sin duda alguna, ha contribuido de forma crucial a paliar los efectos de la degradación de los estudios universitarios de lengua española, pero no ha podido contrarrestar completamente el boicot de la filología oficial a la modernización de las carreras de lengua. Las consecuencias de esta constelación son múltiples. En primer lugar, las Universidades españolas son incapaces de producir licenciados con el nivel de especialización que requiere el mercado español de las industrias de la lengua. El desfase entre la filología desespecializada que produce la Universidad española y las necesidades de especialistas del mercado de trabajo -junto a la falta de inversiones en la investigación- dificultan el desarrollo del tejido investigador necesario para que España pueda participar en relación de igualdad en los proyectos europeos de lingüística computacional e ingeniería lingüística. Ello es la causa de que la participación española en proyectos europeos haya sido mínima. Así p. ej., España ha participado únicamente en 29 de los 106 proyectos de ingeniería lingüística que se han desarrollado en la Unión Europea en el período comprendido entre 1994 y 1998[7]. Por tanto, la participación española se encuentra muy por debajo de Francia (70 proyectos), Alemania (69 proyectos) y también de Italia (48 proyectos), e incluso por debajo de Holanda, que participó en 32 proyectos, a pesar de que, desde el punto de vista económico y político, el español es, después del inglés, la lengua más importante de la UE.

Tan recia como estéril: con la venia de la Academia

No han faltado en nuestro país medidas científicamente banales cuya existencia únicamente se puede justificar en términos políticos en función de su rentabilidad mediática. Así p. ej., la Real Academia ha sido la destinataria en las últimas décadas de multimillonarias inversiones de dinero público, especialmente, si se tiene en cuenta los escasos recursos que se destinan en España a la investigación científica. Una parte muy importante de los medios económicos destinados en principio a la modernización de los instrumentos necesarios para el desarrollo de la lengua española (diccionarios, corpus textuales, etc.) ha ido a parar a esta rancia Institución. Una decisión insólita en el marco de la Unión Europea, donde las pocas Academias de la Lengua que existen todavía se han convertido en centros de documentación histórica sobre el papel que han tenido dichas instituciones en la consolidación de las lenguas nacionales[8].

Es cierto que, en la actualidad, la Academia se ha visto forzada a proyectar una imagen mediática distinta a la de hace unas décadas: la Real necesitaba urgentemente un cambio de imagen. Motivos no le faltan. En efecto, en un mundo de comunicaciones globales, resultaría no sólo inútil, sino incluso ridículo, intentar justificar la necesidad de mantener una institución para fijar el uso lingüístico. En el entorno de las lenguas de cultura, no existe ninguna institución que pueda controlar o fijar su uso y, por supuesto, la Academia tampoco puede monitorizar el uso lingüístico de una comunidad de cuatrocientos millones de hablantes. Es justamente esta realidad, la que ha llevado a algunos destacados académicos a justificar la existencia de la obsoleta Institución con argumentos no normativistas y, aparentemente, más modernos. Un buen ejemplo de esta actitud, nos lo brinda el académico Francisco Rico, cuando señala que "las academias no están para mantener un espacio, sino para permitir el sentido natural de la lengua." (El País, 7.9.2000, pág. 35). El problema que plantea esta novedosa justificación es que para mantener "el sentido natural de la lengua" no es necesario mantener academias anacrónicas.

Quizás pueda resultar interesante analizar algunos aspectos del proyecto lexicográfico de la real Institución, ya que dicho proyecto ha constituido una de sus actividades fundamentales. Para empezar, resulta sorprendente constatar que los grandes diccionarios de la lengua española del siglo XX, concretamente, el Diccionario de uso del español de María Moliner (Madrid, Gredos, 1966) y el Diccionario del español actual de Manuel Seco et al. (Madrid, Aguilar, 1999) han surgido al margen del Ente Glorioso. Y ello, por supuesto, no ha sucedido por casualidad. La actitud normativista de la Academia -al margen de sus vanos intentos para cambiar de imagen- ha sido un lastre para su actividad y constituye una muestra de su desvinculación del uso real del español. Su lema pueril, 'limpia, fija y da esplendor', así como sus aburridas letanías sobre 'los errores en el uso del idioma español', cuyo fundamento parte de consideraciones ajenas a la realidad del uso cotidiano de nuestra lengua, son esperpénticamente cómicas si se las confronta con el diccionario que la Academia presenta como 'modelo' del uso de la lengua española para toda la comunidad hispanohablante. En efecto, resulta difícil otorgarle siquiera un mínimo de credibilidad a esta longeva Institución, teniendo en cuenta que su Diccionario de la Lengua Española de 1995 comercializado en CD-ROM, no incluye palabras de uso común en la lengua española, como p. ej., y por citar tan solo algunos ejemplos, acientífico, antialérgico, antiterrorista, celulitis, circularidad, clasificable, destacable, enfatización, entreno, finalización, fluctuante, hinchable, indisociable, iniciático, karaoke, lanzamisiles, etc. Resulta asimismo gracioso que entre los boletines cuatrimestrales (accesibles desde Internet[9]) en los que la Academia publica una relación de las enmiendas y adiciones al Diccionario que se van aprobando en Sesión plenaria tampoco figuren las palabras mencionadas anteriormente (y algunos miles más...). ¿Se tratará acaso del primer Expediente X de la lexicografía española de la transición?

Resulta más sorprendente aún constatar que la lista de palabras señalada anteriormente sí figura en un gran diccionario de la lengua española que ha surgido al margen de esta Institución inquisitorial; me refiero al Diccionario del español actual de Manuel Seco et al. Desde un punto de vista estrictamente técnico, es un despilfarro que se financie a la Academia, teniendo en cuenta que la iniciativa privada -concretamente, la editorial Aguilar- ha sido capaz de promover el desarrollo de un diccionario muy superior en el marco de un proyecto empresarial económicamente rentable. (Aunque bien es cierto que esta cuestión se podría analizar desde una perspectiva radicalmente opuesta: en efecto, es realmente extraordinario que en un país como España, en el que hay una lamentable desinversión en investigación, una institución tan chapucera como la Academia Española sea capaz de acaparar subvenciones multimillonarias).

Pero volvamos de nuevo a este desafortunado monumento del léxico español, me refiero, por supuesto, al Diccionario de la RAE. Resulta casi milagroso constatar que las definiciones de las religiones, a excepción de la católica, se consideran como 'sectas'. Así, haciendo propia la herencia del nacional-catolicismo, la Academia define "protestante" como persona "que sigue el luteranismo o cualquiera de sus sectas". Y por si al lector le cupiera alguna duda sobre la cerrazón de dicha definición, la Academia insiste de nuevo en la entrada luteranismo, que define como "secta de Lutero". Asimismo, es fantástico constatar que la sacrosanta Institución define "alma" tal como se enseñaba a los frailes del siglo XVI: "sustancia espiritual inmortal". En algunos casos, la desvinculación del uso real del español que se refleja en las definiciones del diccionario de la Academia raya en lo grotesco: en la entrada copa se define el significado de la locución verbal irse de copas como "ventosear" (sic), verbo que la propia Academia define en la entrada correspondiente como "expeler del cuerpo los gases intestinales".

En general, la definición lexicográfica de un nombre, como p. ej., canario, trata de recoger las características de otro nombre, p. ej., pájaro -el hiperónimo de canario-, que incluye aspectos básicos del significado de canario. De este modo, la definición prototípica de canario puede basarse en la definición de pájaro añadiéndole ciertas cualidades, que en general se expresan con una oración de relativo. Así p. ej., canario se puede definir prototípicamente como un pájaro que tiene ciertas características. A la luz de esta breve consideración sobre la definición lexicográfica, resulta curioso analizar la definición académica de mendrugo[10]

 

"Pedazo de pan duro o desechado, y especialmente el sobrante que se suele dar a los mendigos" (RAE 1992:958).

Se diría que la rancia Institución ha adoptado posmodernamente la enciclopedia china titulada Emporio Celestial de Conocimientos Benévolos, descubierta por Borges, como fuente de inspiración secreta. Pero, ¡oh!, constatamos con dolor que no hace más que reeditar lindamente y una vez más la definición de la primera edición del Diccionario de autoridades del siglo XVIII:

"Mendrugo: El pedazo de pan que se suele dar a los mendigos [el subrayado es nuestro]." Diccionario de Autoridades[11], 1726-1739, 1734, p. 540 

A la luz de estos ejemplos, que se podrían prolongar como una ópera bufa, desde un punto de vista meramente pragmático, uno no puede menos que hacerse algunas preguntas: ¿Qué sentido tiene mantener con fondos públicos una institución que desarrolla diccionarios mediocres, cuando, tanto en España como fuera de ella,ha sido la iniciativa privada la que ha llevado a cabo los grandes proyectos lexicográficos? ¿Qué significa convertir una actividad comercialmente rentable como la edición de diccionarios en una mediocre tarea subsidiada como la que lleva a cabo esta suntuosa Institución? Las subvenciones multimillonarias que recibe la Academia sólo contribuyen a dificultar el desarrollo de los departamentos lexicográficos de las editoriales comerciales, que, en la actualidad, tienen que luchar contra una Institución que les está haciendo una competencia desleal. Sin duda, solo en el marco de un sistema académico corrupto como el español, se pueden mantener situaciones de ineficacia prolongada y evidente como las que he señalado anteriormente.

Tradicionalmente, la Academia ha ocultado la falta de calidad de sus proyectos, apoyándose en su prestigio histórico (y el fetichismo que ha generado en la cultura hispánica) y en la connivencia de la filología oficial española, integrada básicamente por los miembros que pertenecen a los clanes y mafias universitarias. La estructura autoritaria de la filología oficial (y del mundo académico que constituye su caldo de cultivo) junto con el ninguneo y el clientelismo que practican han permitido silenciar las críticas al derroche económico realizado por esta costosa Institución y a su falta de capacidad innovadora, lo cual ha impedido que dichas críticas hayan tenido una resonancia en la opinión pública o incluso en círculos universitarios.

Posiblemente, ante esta realidad, lo interesante sería investigar desde el punto de vista histórico, sociológico -y, quizás, psicoanalítico-, por qué la lexicografía española financiada con dinero público, a pesar de ser visiblemente peor que algunos sectores de la lexicografía comercial, parece seguir siendo un fetiche cultural del mundo hispanohablante. Tradicionalmente, la lexicografía española comercial ha tomado el Diccionario de la RAE como punto de referencia y, en algunos casos, las obras lexicográficas más modestas se han limitado a copiar dicho Diccionario con mayor o menor fortuna. Posiblemente haya llegado ya el momento de que la Real Academia tome como punto de referencia la mejor lexicografía comercial española, si desea que sus diccionarios sean un reflejo del léxico real que se utiliza en la lengua española actual. Pero la solución técnicamente más coherente sería justamente acabar con la lexicografía subsidiada y dejar a la iniciativa privada que siga haciendo su labor, que es notablemente superior a la de la Academia.

Por una incompetencia global: la Academia en Internet

La mediocridad lexicográfica no es el único ejemplo que nos brinda la Academia Española sobre su incapacidad para hacer frente a los retos que tiene planteados la lengua española en la actualidad. En efecto, el Corpus de Referencia del Español Actual[12] (CREA), que la RAE ha desarrollado durante los últimos años y que cuenta ya con cien millones de palabras, nos ofrece también claros indicios de su torpeza para utilizar las nuevas tecnologías en el diseño y construcción de un corpus del español actual. La construcción de un corpus es una tarea importante, ya que los córpora permiten realizar estudios sólidamente documentados de aspectos tanto léxicos, sintácticos como semánticos, independientemente de que el objetivo de dichos estudios sea puramente teórico o aplicado. Asimismo, los córpora tienen una utilidad muy importante para el desarrollo de herramientas para el tratamiento automático de la información lingüística. Por todo ello, resulta incomprensible la decisión de la Academia de crear un corpus del español actual partiendo casi exclusivamente de textos literarios.

La mayor parte de las investigaciones lingüísticas actuales tanto teóricas como aplicadas tratan de descubrir y caracterizar -a veces, de formas muy diversas- las regularidades de las lenguas naturales tal como se manifiestan en su uso real, p. ej.,en los medios de comunicación, en el habla cotidiana, etc. Dado que el uso literario de una lengua se caracteriza en muchas ocasiones por presentar aspectos lingüísticos únicos, que suelen estar ligados al estilo o la personalidad de un único autor, los textos literarios constituyen objetivos marginales tanto para la investigación lingüística como para la construcción de córpora. Existe además otra limitación en la utilización de textos literarios actuales para la creación de córpora, concretamente, la adquisición de los derechos de autor de los textos que los integran. Aunque el problema de los derechos se pueda resolver en última instancia, complica inútilmente la creación de un corpus e, inevitablemente, encarece su precio final y, por tanto, dificulta su difusión y su comercialización. Justamente, por toda la problemática que acabamos de exponer, los córpora creados para el inglés, como p. ej., el British National Corpus[13] o el American National Corpus[14] -actualmente en fase de desarrollo- tienen una constitución inversa a la del CREA: están formados fundamentalmente por textos periodísticos y publicaciones académicas y, marginalmente, por textos literarios. De nuevo, la elección de la Academia pone de manifiesto su visión filológica de la lengua: en el marco del anacronismo académico, el español tiene que tener un 'modelo' y, al igual que en el Diccionario de Autoridades en el siglo XVIII, este 'modelo' sigue siendo la lengua literaria.

Analicemos ahora algunos aspectos técnicos del CREA. Los córpora requieren motores de búsqueda, es decir, aplicaciones informáticas que permitan acceder de forma lo más precisa posible a la información textual que contienen. De otro modo, los córpora se convertirían en una acumulación de información de muy poca utilidad para un usuario final. Para poder acceder a la información textual con precisión, es necesario, en primer lugar, etiquetar el corpus, lo cual consiste en marcar automáticamente los elementos léxicos que lo integran, asignándoles su categoría léxica (nombre, verbo, adjetivo, etc.) y, si procede, sus propiedades morfológicas de flexión (masculino, plural, presente de indicativo, etc.). En relación con la etiquetación del CREA, resulta sorprendente que la Academia haya elegido el sistema de etiquetación de dominio público MULTEXT (Multilingual Text Tools and Corpora[15]), que está diseñado para etiquetar corpus multilingües, a pesar de que el CREA es un corpus exclusivamente monolingüe. La elección no podría ser más incoherente desde el punto de vista técnico: se desaprovechan las ventajas para el procesamiento multilingüe del sistema MULTEXT, pero se tienen que asumir las limitaciones que lógicamente surgen cuando se utiliza dicho sistema para una aplicación -concretamente, el procesamiento monolingüe- para la que no ha sido diseñado. Pero además, como sea que la etiquetación textual constituye el punto de partida de los motores de búsqueda, resulta que las búsquedas se ven limitadas de forma drástica por la elección de un etiquetario que no está diseñado específicamente para la funcionalidad que se le da en el CREA. El resultado es que el motor de búsquedas del CREA es impreciso y ofrece unas prestaciones muy mediocres para el usuario final; así p. ej., no permite realizar búsquedas con expresiones regulares (lo que hoy constituye casi un estándar) y tampoco reconoce locuciones, lo cual limita enormemente la explotación del CREA.

La chapuza multimillonaria de la Academia se puede analizar también desde la propia organización del proyecto. Así, a pesar de no tener ninguna experiencia en lingüística computacional, la RAE se ha aventurado en solitario a realizar una tarea para la que no está técnicamente preparada. Comparemos la osadía de la RAE con la forma de organizar el desarrollo del British National Corpus. Este proyecto se inició en 1991 mediante un consorcio académico-industrial liderado por Oxford University Press y por editores como Addison-Wesley Longman y Larousse Kingfisher Chambers; centros de investigación universitarios como el Oxford University Computing Services, el Lancaster University's Centre for Computer Research on the English Language y el British Library's Research and Innovation Centre. A su vez, el proyecto contó con la financiación de diversos colaboradores comerciales. Como es lógico, el desarrollo de proyectos de envergadura requiere la participación de especialistas de diversas procedencias, la colaboración con entidades académicas, editoriales y empresas comerciales, si lo que se desea realmente es conseguir un producto competitivo. Así, posiblemente sea comprensible que la RAE no haya recurrido a otras empresas productoras de diccionarios, puesto que sería una aceptación implícita de la mediocridad de su producto lexicográfico. Pero resulta paradójico que una Institución financiada con dinero estatal no haya recurrido a los múltiples sistemas de tratamiento de información textual creados en el marco de proyectos nacionales de investigación, ya que dichos sistemas brindan enormes posibilidades para el tratamiento de córpora, pues, a diferencia de MULTEXT, muchos de ellos han sido desarrollados con el propósito específico de permitir el tratamiento automático de textos monolingües en español[16]

El futuro del español: la lengua de América

El reto fundamental que tiene planteada la lengua española en estos momentos es explotar y aprovechar el enorme potencial económico del desarrollo de aplicaciones comerciales para su tratamiento automático. Afrontar este reto con posibilidades de éxito requiere instituciones con nuevos planteamientos y con metas tecnológicas y comerciales claramente definidas; se requieren nuevas instituciones dirigidas por profesionales capaces de reunir a los especialistas más prestigiosos, de aunar esfuerzos para conseguir una meta común, de erradicar el ninguneo y el clientelismo, que actualmente constituyen el cáncer que corroe la innovación tecnológica en la lingüística española. Con este fin, es necesario regenerar la podredumbre que ahoga el mundo académico español. Es necesario democratizar realmente las estructuras universitarias y para ello es imprescindible crear un nuevo sistema de contratación de profesorado que se fundamente únicamente en criterios de calidad. Y para conseguir este objetivo hay que acabar con la corrupción estatalmente consentida de los concursos públicos 'a la española'. Paralelamente, la Universidad debe proporcionar proyectos atractivos a las empresas, con objeto de impulsar el desarrollo de productos comerciales para el tratamiento automático de la lengua española. Si en el ámbito de las industrias de la lengua en España, no se lleva a cabo una política científica y tecnológica global, que vaya más allá de las repercusiones mediáticas inmediatas, si el espacio que debería estar ocupado por el desarrollo de la tecnología lingüística, sigue colonizado por el desfase tecnológico de la filología oficial, tenemos garantizado el fracaso del desarrollo de las industrias de la lengua.

Posiblemente, la lengua española esté cosechando ya sus primeros fracasos; de hecho, en España, es una lengua en regresión: así p. ej., ya casi ni nos atrevemos a llamar a nuestra lengua por el nombre con el que se la conoce en el resto del mundo, es decir, español. La utilización del término alternativo castellano parece ser una extraña concesión a determinadas Comunidades Autónomas (p. ej., Cataluña), sin duda, por su eficaz labor de eliminación total del español de la enseñanza primaria y, prácticamente, de la enseñanza secundaria. Sin embargo, no hay que dejarse llevar por el alarmismo pesimista. Aunque España haya dejado de ser un punto de referencia para la lengua española, no hay que olvidar que el español es una lengua plurinacional, que, en la actualidad, constituye la segunda lengua hablada en Estados Unidos. Este será el futuro del español: su resurgimiento como una lengua americana, ya que es en América donde se encuentra su mayor número de hablantes, sus tradiciones literarias más innovadoras y su riqueza multicultural.



NOTAS
 

[1] Tras su muerte, Fernández Ramírez dejó una importante documentación sobre el proyecto lingüístico que no llegó a finalizar durante su vida. A partir de dicha documentación, Ignacio Bosque reconstruyó la obra de Fernández Ramírez, Gramática española. El verbo y la oración (Madrid, Arco Libros, 1986). Esta admirable labor reconstructiva constituye posiblemente una de las contribuciones más interesantes del profesor Bosque a la lingüística española.

[2] http://cvc.cervantes.es/actcult/mmoliner/raiz/fuentes.htm

[3] Cf. http://cvc.cervantes.es/actcult/mmoliner/

[4]  http://www.iued.uned.es/iued/tecinfor/debates/bricall/bricall.html

[5] http://members.es.tripod.de/aacte/PRENSA/texto_nature.html#sec1; cf. también:

http://members.es.tripod.de/aacte/AACTE/recortes_prensa.html, donde se encontrarán múltiples enlaces a artículos de prensa que denuncian el actual sistema de contratación de profesorado.

[6] En este aspecto, no hay que olvidar el nefasto papel que juegan los etnonacionalismos perifércios, cuya política sectaria y excluyente pretende convertir España en cuatro compartimentos estancos.

[7] Cf. A World of Understanding. Language Technologies. 1998. CD-ROM. European Commission, Teleatics Applications Programme; cf. también: http://listserv.rediris.es/cgi-bin/wa?A2=ind9902&L=infoling&P=R654

[8] Sobre la creación del estándar lingüístico, cf. el interesante artículo de José del Valle. 1999. Lenguas imaginadas: Menéndez Pidal, la lingüística hispánica y la configuración del estándar. Bulletin of Hispanic Studies 76:215-233.

[9] En su momento, la modernización de la Academia se limitó  a poner su mediocridad lexicográfica a disposición de la comunidad global en http://www.rae.es/NIVEL1/ACADRAE.HTM. Actulamente, la RAE ha tomado la decisión de eliminar la difusión de las enmiendas y adiciones al Diccionario, al parecer, "para evitar  confusiones" (correo electrónico del Secretario de la Real Academia Española, 27.2.2001).

[10]http://www.rae.es/NIVEL1/buscon/AUTORIDAD2.HTM

[11] http://www.rae.es/NIVEL1/buscon/AUTORIDAD2.HTM

[12] http://www.rae.es/NIVEL1/CREA.HTM

[13] http://info.ox.ac.uk/bnc/

[14] http://www.cs.vassar.edu/~ide/anc/

[15] http://www.lpl.univ-aix.fr/projects/multext/

[16] Los proyectos existentes son tan numerosos y sus características tan diversas que resulta imposible dar cuenta de ellos en este artículo. Las personas interesadas pueden consutar:

http://listserv.rediris.es/cgi-bin/wa?A2=ind9902&L=infoling&P=R3157